Enoturismo 360

jueves, 10 de septiembre de 2009

Un vino con crianza en el fondo del mar

El Hotel Villa de Laguardia acogió ayer la cata de la última y rompedora propuesta de Bodegas Vallobera. Este hotel temático del vino fue el escenario de la puesta de largo del ‘Terran Perla 2007 de Vallobera’, un Rioja Alavesa cuya crianza se ha realizado como si de una ostra se tratase: en las conocidas aguas de San Carlos de la Rápita , a 5,5 metros de profundidad y varios meses. El objetivo fue identificar las características óptimas para poder comercializar su mejor versión en un futuro dentro de la búsqueda de nuevas y originales propuestas en el siempre cambiante mundo del vino.


Peculiares características
Javier San Pedro Ortega, joven bodeguero de 20 años y primogénito del máximo responsable de Bodegas Vallobera, ha sido el artífice de este original proyecto, escogiendo la bahía de San Carlos de la Rápita como lugar idóneo para la crianza de estas botellas por la calidad de sus aguas para la cría de ostras (de ahí su nombre, Terran Perla de Vallobera). Las botellas se colocaron a la misma profundidad que las ostras a 5´5 metros y permanecieron sumergidas entre 60 y 176 días. Se colgaron el día 3 de Marzo de 2009 y en total se introdujeron en el mar cinco redes, disponiendo en cada una de las redes 2 botellas de las cuales una fue introducida a corcho descubierto y la otra con corcho lacrado para comprobar la evolución de las mismas.


La cata
La cata que acogió el Hotel Villa de Laguardia, y en la que tomaron partes sommeliers, periodistas y publico aficionado al mundo del vino, consistió en ocho muestras, con diferentes tiempos de crianza bajo el mar y además una novena, el Terran de Vallobera 2007 que aún no ha salido al mercado. Con las diferentes notas de catas tomadas por los asistentes se estipulo el tiempo idóneo que las botellas deben permanecer bajo el mar. En los vinos se apreciaron cambios en ciertos matices con respecto al original y se destacó “la intriga de su evolución a lo largo del tiempo después de esta peculiar forma de crianza submarina”.

El proyecto
Javier San Pedro Ortega pensó en su día que el mar se podría utilizar como una gran bodega con muchos beneficios que ninguna convencional puede ofrecer. En el mar, a las botellas no les llega prácticamente luz y por lo tanto se evitan oxidaciones, la humedad es constante y no hay ningún cambio en todo este tiempo y, además, se cuenta con el aumento muy lento y progresivo de la temperatura hasta los 22 grados, que sus responsables consideran que puede ser positivo para la evolución de un vino tan potente. Por ultimo el hecho de que las botellas se encuentren en suspensión y expuestas a corrientes marinas que hace que se balanceen lentamente en el medio acuático puede aportar resultados diferentes a los de la crianza en bodega.

Como se puso de manifiesto en la cata del Hotel Villa de Laguardia, esta experiencia en la actualidad es un estudio cuya finalidad en próximas añadas es poder sacar al mercado un reducido número de botellas, en torno a unas 200, para que el consumidor pueda apreciar los cambios y disfrutar de esta experiencia.

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